Monday 4 November 2013

El año en el que empezamos a vivir peligrosamente

El año 2002 fue un gran año. Ese año nacieron dos de las series que más me han impactado, y que en los últimos años me han convertido en un defensor de la ficción televisiva de calidad frente a la decadencia del cine actual (salvo honrosas excepciones). Las dos series llegaron a la vez en el año 2002 y ambas son policíacas, pero bajo diferente prisma alcanzaron la excelencia: estoy hablando de The Wire y The Shield.

The Wire, palabras mayores. La para muchos, mejor serie de todos los tiempos, constituyó junto con Deadwood, mi catarsis televisiva. Me acerqué a ellas tras oír maravillas del crítico Carlos Boyero (que aunque sea un poco gilipollas suele coincidir en mis gustos), y quedé fascinado. A The Wire hay que darle unos capítulos de margen para que te atrape, pero acabas la primera temporada deslumbrado. Con un ritmo pausado, describe el trabajo policial y de los delincuentes con precisión, como nunca habíamos visto hasta la fecha. No son los típicos capítulos de series policíacas, donde cada uno es independiente del siguiente y las ideas se agotan pronto. Con minuciosidad conocemos las mezquindades de la burocracia policial, política, de la prensa y del sistema educativo, donde en muchas ocasiones sus protagonistas son tanto o más mezquinos como los criminales contra los que intentan combatir.


The Wire va desarrollando todos sus personajes convirtiéndolos en inolvidables, desde el desastroso y tenaz McNulty, el meticuloso y sabio Lester Freamon, el asombroso homosexual delincuente que paraliza el tiempo cada vez que entra en escena, Omar Little, y sobre todo el gran Stringer Bell. Desde el primer momento nos cautivó el narcotraficante con la impresionante planta de Idris Elba (grande el inglés hablando la jerga de los narcotraficantes de Baltimore) dando vida a Stringer Bell, que lleva su negocio como si se tratara de un empresa de Wall Street, acudiendo a la Universidad de Business Administration para obtener los conocimientos necesarios para gestionar el imperio del narcotráfico en Baltimore.

The Wire supuso una revolución para mí, algo nunca visto. A lo largo de la primera temporada nos describe con precisión milimétrica y gran realismo el trabajo policial de escuchas telefónicas para desmantelar la intrincada red que maneja el narcotráfico en Baltimore, así como la labor de los delincuentes para evitarlo. Posteriormente se introduce en los pantanosos terrenos del poder con el mismo resultado.
The Shield es testosterona pura, al más puro estilo Michael Mann. Si The Wire es una obra coral, The Shield no se entiende sin Vic Mackey. Michael Chiklis se transforma física y mentalmente en la magnética y brutal figura del corrupto jefe de la tropa de asalto de una comisaría del conflictivo barrio de Farmington, en Los Angeles. En este caso, desde el impresionante capítulo piloto, la serie te atrapa y mantiene un ritmo frenético en la espiral destructiva de su protagonista, al que amas y odias a partes iguales. Si piensas que la idea se va a agotar pronto te equivocas, y cuando Vic sale de un charco, se mete en otro más grande aún.

Al principio piensas que es la típica serie de polis, pero va creando unos personajes con una hondura increíble, en los que la frontera entre el bien y el mal no existe, como el del paleto Shane Vendrel, odioso durante en toda la serie, y que en unos míticos capítulos finales adquiere gran profundidad. Todos los secundarios aportan y crean grandes historias, desde el intimidante John Kavanaugh encarnado por Forest Whitaker, la hábil capitán Rawling, a la que da vida Glen Close, incluso el mezquino capitán/concejal David Aceveda. The Shield avanza cada temporada y en sus últimos capítulos se convierte en un tour de force adrenalínico, que no sabes en ningún momento por donde va a derivar, y que acaba en un magistral final con un escalofriante plano mantenido de su protagonista.
Ambas series han entrado por derecho propio en el top de series inolvidables, sobre todo por transformar y revolucionar un género en el que parecía que todo estaba inventado y era previsible. Gracias David Simon y Shawn Ryan. Envidio a los que todavía no hayan disfrutado de ellas.

2 comments:

  1. Fantástico post,amigo, como siempre. Y fantásticas las dos series elegidas. Ambas son superlativas. The wire es un mito y the shield la has definido perfectamente como testosterona pura. Me encantan las series y pelis en la que los protagonistas entran en esa espiral de autodestrucción y que para tapar sus crímenes cometen otros mayores y asi hasta el infinito. Shane Vendrell (Walton Goggins) está genial. Para mi es el mejor de la serie. Luego actúa en JUSTIFIED y esta igualmente muy bien. Y el final es simplemente sublime.
    Ya que hablamos de series de polis, me gustaría recomendarte también, si me lo permites, SOUTHLAND. Es una series de un nivel superior. Lamentablemente se ha comunicado que no la renuevan por una 6 temporada. Creo que se merece un post a parte

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  2. La escena final de Shane con su familia (no destriparemos nada), es de las que más me ha impactado en los últimos años, sobrecogedora.
    Justifies la tengo en la lista de futuribles, gracias por tus recomendaciones.

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