Tuesday, 21 October 2014

The Knick es droga dura

Al trabajar dentro del ámbito de la medicina he mantenido una relación amor-odio con las series que se adentraban dentro de este maravilloso mundo, pues en la mayoría de los casos son poco creíbles, cayendo en la inverosimilitud y en los tópicos con mucha frecuencia. Así me acercaba a ellas con interés, pero a los pocos capítulos la decepción aparecía, con series como “Anatomía de Grey”, “Hospital Central” o la exitosa y reiterativa “House”, que sólo se sostenía por su protagonista principal, pues todos los episodios eran similares: a) presentación del caso, b) error en un primer diagnóstico/tratamiento, c) se salva la vida del enfermo, d) el Dr. House encuentra la peregrina solución que salva al paciente.


Esta dinámica sólo ha sido interrumpida por las primeras temporadas de la serie “Urgencias”, con buenas historias y cierta verosimilitud en la mayoría de los casos y unos grandes personajes que sostenían la serie. George Clooney despegó en sus cinco temporadas encarnando a Doug Ross, así como Julianna Margoulies (The Good Wife) como la enfermera Hathaway, y me encantaba el gran Willian H Macy (Fargo, Shameless) como el Dr. Morgenstem. La serie tuvo gran calidad durante las tres primeras temporadas, y a partir de la quinta empezaron a abandonar el barco los actores principales, cayendo en la rutina, la reiteración y la desidia, aunque la cosa llegó a estirarse durante 15 temporadas y la friolera de 331 capítulos.


Por todo ello al oír que mi admirado pero irregular Steven Soderbergh (tras declarar que abandonaba la dirección), se disponía a realizar en su totalidad una serie acerca de un hospital neoyorkino a principios de siglo, me sentí inmediatamente atraído, pero temeroso de llevarme una nueva decepción. El prolífico director, cuenta con algún patinazo que otro, pero también ha realizado maravillas de la talla de “Traffic”, y últimamente se había adentrado bastante en los temas médicos con sus interesantes películas “Contagio” y “Efectos secundarios”. A pesar de su irregular trayectoria, se ha caracterizado siempre por un estilo característico, gran cuidado de la fotografía y presencia de grandes actores en todos sus trabajos (por menores que sean sus papeles), que se nota que trabajando con él disfrutan y se implican al máximo.


“The Knick” se centra con precisión quirúrgica en el trabajo de un pionero Hospital de Nueva York en el año 1900, donde sus visionarios trabajadores diseñan la medicina moderna a base de ensayo y error. El personaje principal es el del Cirujano Jefe Doctor John Thackery, pragmático, apasionado, atormentado, que consigue frustrar sus demonios a base de cocaína intravenosa y sesiones intensas en el fumadero de opio al que acude religiosamente tras salir del trabajo. La trama se basa en el trabajo hospitalario, pero poco a poco vamos conociendo cosas de los diferentes personajes, los cirujanos, la administradora del Hospital y su familia, el ambulanciero, el tesorero… que van enriqueciendo el conjunto. El ritmo es constante, no decae en ningún momento, ni entra en sentimentalismos baratos, con escenas de intervenciones quirúrgicas perfectamente descritas que te hacen contener la respiración. Observamos apasionantes descubrimientos, fracasos, epidemias, lo mejor y lo peor que pueden llegar a realizar los seres humanos, entendiendo perfectamente cómo de dura era la vida en esos años de transición previos a la primera guerra mundial.


Ni que decir tiene que la realización es impecable. Soderbergh dirige todos los capítulos con maestría, impecable fotografía y maravillosa recreación del Nueva York de principios de siglo. La música electrónica del gran Cliff Martinez, (que ya me había llamado la atención realizando la maravillosa banda sonora de la genial “Drive”) puede chirriar un poco en un primer momento, pero progresivamente dota a la serie de un ritmo muy adecuado y atractivo. La serie antes de emitirse fue renovada por una segunda temporada, lo cual demuestra la apuesta por la calidad (sin importar la audiencia), que prima en otras productoras y países. The Knick está realizada por Cinemax, propiedad de HBO, que ya nos había sorprendido en los últimos años con “Banshee”.


El reparto está a la altura, destacando por encima de todos a Clive Owen como el Dr. Thackery, logrando la que probablemente sea hasta la fecha su mejor creación y que con seguridad le otorgará premios en el futuro más reciente. Owen se transmuta en Thackery, y su poderosa voz transmite todo lo que le ocurre a este fantástico personaje, que anda por el filo de una navaja en todo momento, temiendo todos que se pueda derrumbar de manera irreversible.  



En el resto del reparto destacan también Andre Holland como el inteligente y tenaz Dr. Algernon Edwards, que lucha contra la segregación racial a la que se ve sometido, Eve Hewson (hija del músico Bono de U2) como la enfermera Lucy Elkins, Michael Angarano como el  Dr. Bertram "Bertie" Chickering, gran persona y admirador de Thack,  y me encantan las breves pero intensas apariciones y flashbacks de Matt Frewer como el Dr. J. M. Christiansen, mentor de Thackery.







En definitiva, The Knick es un entretenimiento de primer orden, que aborda los albores de la medicina moderna como si de un documental se tratase, apasionando tanto a los interesados en ella, como a los que prefieran pasar un buen rato. 


Tuesday, 7 October 2014

¿Y si HACF fuera interesante???

Si pudiéramos coger "Halt and catch fire" y "The Lottery" y mezclarlas en una batidora, podríamos dar con la clave de la serie perfecta. Cada una posee de lo que la otra carece. “The lottery” parte de una idea y de un concepto muy interesante, pero fracasa rotundamente en la ejecución. "HACF" tiene unas actuaciones fantásticas, una puesta en escena magistral y una dirección impecable. Pero la historia carece casi completamente de interés.

La maravilla de la televisión y de las series, te da esto ¿Quién se tragaría una serie basada en el desarrollo y elaboración del primero ordenador portátil? Seamos realistas. No puede ser más coñazo. Lo podrán vender como que es una lucha de David contra Goliat (IBM en este caso) o un reflejo fiel de una época que parece la prehistoria cuando fue hace apenas 20 años (ahora nos parece tan normal juguetear con nuestras tablets minúsculas). Pero la historia es tan vacua que pasa a un quinto plano




Claro que en HACF la trama importa un pepino, eso se sabe desde que planteas hacer una serie con tanto componente técnico-informáticos. Lo que importa es la vida cotidiana de unos visionarios enajenados que crearon un portátil por diferentes razones: unos por prestigio, otros por dinero y otros por enfermedad tecnológica. Narra sus debilidades, egoismos y sus miedos (no tan diferentes a los que podrían representarse 30 años después) Y tal vez lo menos importante sea lo que crean, sino esa magnífica capacidad de AMC de recrear otras épocas en sus series. Es descabellado decir o pensar que HACF es “mad med”, y que nos vaya a emocionar de esa manera. Pero no cabe duda de que sigue la senda de esta.

El dramático desarrollo de los personajes es realmente brillantes, sobre todo el de Lee Pace como Joe MacMillan  y Scoot McNairy (que ya tuvo un papel superlativo en “argo”, con el mismo vestuario y gafas similares) como Gordon Clark. El primero como el típico “vendedor” que no se casa con nadie y manipula a toda una empresa para ponerla a los pies de sus intereses. Su personaje tiene tanto de magnético como de repulsión. En el caso del personaje de Gordon Clark, representa el instinto humano de no dejarse vencer, de no pensar que lo que es, es lo que hay. Su papel de creador del hardware del futuro portátil es magnífico, en una lucha interna entre la estabilidad familiar y la locura creativa, que desemboca en un narcisismo exacerbado.



Es una serie para paladear intensamente, para refugiarte en cada capítulo. El último es sublime anticipando lo que será un segunda temporada con un ingeniero endiosado, la llegada de internet y un manipulador buscando su sitio. Pero asumámoslo: no es interesante ni aunque le busques tres pies al gato.

A "the Lottery" le ocurre lo contrario. Los mimbres eran estupendos, al menos para los amantes de la ciencia ficción, o de una ficción futurista. En este caso, una “epidemia” de esterilidad hace que dejen de naces niños en el mundo. Tras 6 años sin que nazca ninguno, se consiguen 100 óvulos fecundados. A partir de ahí, se crea una lotería (solo en US, claro) para ver qué mujeres son las afortunadas en engendrar, a lo mejor, la última generación humana. O al menos el futuro.

Yo ví la peli “Children of Men” de Alfonso Cuarón con Clive Owen, basada en un relato del mismo nombre de P. D. James y me gustó un montón. El argumento era muy similar, pero evidentemente no tenía nada que ver, porque lo que le ocurre a la serie es que el contenido está pésimamente desarrollado por unos actores propios de una serie palomitera del montón. Hasta la maldad  y severidad perpetua de Martin Donovan (rescatado del olvido como abogado en "homeland") en el papel del responsable del departamento todopoderoso de fertilidad, es más impostura que interpretación.



















Habiendo podido encontrar una baza argumental en la especie de gran hermano de ganado que se convierte el concurso post lotería, pasan tangencialmente por la humillación de las candidatas y la animalización de la raza humana, cuando podría ser lo más interesante de la serie. Es previsible, simple y aséptica hasta la náusea.


Al contrario que en HACF, que pasa de un argumento ramplón a una serie sublimemente ambientada y una carga emocional desbordante (aunque no tengas ni pajolera idea de ordenadores), en The lottery la vulgaridad se escapa por cada segundo de metraje. En el momento que rascas un poco la superficie, percibes el tufillo de serie de mediodía vendida como novedosa. La serie, haciendo un juego de palabras, es tan estéril a la hora de entretener como de generar un desarrollo argumental atractivo. 






Thursday, 2 October 2014

The leftovers: Where did They go?

Hay series que prejuzgamos antes de empezar, que escrutamos intentando buscar sus defectos, sus errores, sus deficiencias. A mí me pasó cuando empecé a ver “the leftovers”. Quería que fuera mala. Quería que fuera un fracaso y que no dijera nada.

Pero teniendo varias cosas que no me convencen demasiado, el resultado final es más que bueno. A ratos es sobrecogedora, es entretenida y es excitante. Aunque deja el regusto a pensar que esto ya lo has visto antes. Y es que es una versión moderna de “lost” (cosa lógica en parte siendo Damon Lindelof -uno de los creadores de Lost- el padre de la criatura)



 La serie cuenta la vida tras la desaparición instantánea e indiscriminada del 2% de la población, y básicamente las consecuencias que esto conlleva. Y aunque el inicio de la serie es dubitativo y ciertamente errático, a partir del desgarrador 3º capítulo centrado en el pastor, solventemente interpretado por  Christopher Eccleston (aquel Doctor Who y sobre todo para mí el inolvidable florista gánster de “the shadow line”) deja claro el objetivo: ser una serie ágil, dramática y con continuas vueltas de turca, dejando pinceladas para que entiendas las claves de como cada cual ha llegado a donde está tres años después de los sucesos.

Realmente es muy difícil de calificar, y por eso ni los mayores gurus y enteradillos del mundo de las series son capaces de ponerse de acuerdo: unos dicen que es una maravilla, un drama apocalíptico genial. Por otra parte hay quienes dicen que no descubre nada nuevo, que es “lost” edulcorado y que es el clásico producto yanqui que ataca facilonamente la fibra sensible. Un telefilm con lavado de cara y bonitos planos. Y es probable que todas tengan razón en parte. Hay capítulos completa y absolutamente maravillosos (véanse el 3, 6 y 9 particularmente) y hay otros que son totalmente infumables, teniendo un arranque ciertamente desconcertante y lento, que me hizo pensar en que estaba ante una versión preciosista de “under the dome”.













Hay historias claramente deficientes e innecesarias, como la de los hijos del policía, mientras otras son realmente fascinantes, como la del pastor y su hermana, la del propio policía y su padre y esos ataques de desdoblamiento de personalidad. El madero desde el principio me pareció irreal, (tal vez porque se parece mucho a mi amigo “el pelon”) aunque, este prometido de la Aniston, con el paso de los capítulos parece mucho menos chulo y más creíble. Su relación con  Nora Durst y sobre todo el relato de la vida de esta mujer que pierde a toda su familia el día de la “ascensión”, es la parte más conmovedora de la serie.

Aunque inicialmente parece un serie más de ciencia ficción, en mi opinión, la serie busca respuesta a la filosófica pregunta ¿podemos seguir con nuestras vidas ante un acontecimiento dramático? Y aun mas ¿Cómo de mezquina puede llegar a ser la gente para conseguir su objetivo? Y a estas dos preguntas trata de responder  la “secta” de los “Guilty Remnant”, fumadores compulsivos vestidos de blanco íntegramente que se niegan a aceptar la desaparición sin explicaciones, sin decir una sola palabra. Y así se lo hacen ver al mundo, fustigando a los que tratan de rehacer sus vidas. Sin duda los mejores momentos de la serie están relacionados con ellos y con sus estratagemas punitivas, llegando a un culmen tan tremendo como impactante al final de la serie. Son destacables las actuaciones de Liv Tyler (Megan Abbott),  Amy Brenneman –amigos &vecinos- (Laurie Garvey), y la escalofriante Ann Dowd (como Patti Levin), líder inflexible y fanática de la secta.

La música a cargo Max Richter, compositor de lo que llaman música minimalista, repleta de chelos y violines intensifica los momentos más sensibles y amalgama perfectamente los momento dramáticos con los repletos de esperanza. Tal vez compense la desafortunada y fallida entrada de títulos de crédito de la serie.















“The leftovers” es una serie estupenda, pero que debería intentar desligarse un poco de sus semejanzas con “the lost”, pero que puede acabar siendo tan enorme como aquella.